¡Felices Fiestas! Tradiciones navideñas…

Ya queda poquito para Navidad, y nos encontramos rodeados de consejos: qué celebrar y cómo, cuántos regalos hacer a los niños, qué tipo de regalos hacer, quién los trae y de dónde, creer o no creer en magia…..

Si a nosotros ya nos resulta difícil decidir entre tantas opciones, ¡que no les resultará a los niños!

Así que, calma. Paremos y pensemos, desde el punto de vista de NUESTRA familia, de NUESTROS hijos, como individuos, sin comparaciones, sin presiones… sin estrés.

Las tradiciones se van creando a lo largo del tiempo. Con ideas que adaptamos, que vamos cambiando hasta que se asientan con toda la familia, porque a todos nos parece bien que sea NUESTRA tradición. Que la disfrutemos todos.

Dejemos pues que esas ideas que nos dan nos sirvan, algunas como referencia, como apoyos, otras como ejemplos de cómo se pueden hacer las cosas de modo diferente. Eduquemos a nuestros hijos en el RESPETO y la ACEPTACIÓN de esas diferencias, de tradiciones diferentes, de diversidad…

Y disfrutemos de las fiestas por que sí, por que es tiempo de pasarlo juntos, de seguir (o cambiar) tradiciones juntos, de ver a gente que a lo mejor no vemos en mucho tiempo, de muchas oportunidades de enseñar y aprender con nuestros niños. Y no de ser perfectos, de comparar, de estresarnos por querer llegar a todo…

Así que, con calma, disfrutemos de las fiestas sea como sea que decidamos celebrarlas.

¡FELICES FIESTAS!

«Maybe Christmas, he thought, doesn´t come from a store. Maybe Christmas, perhaps, means a little bit more» The Grinch. 

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Herramientas de apoyo en Dislexia

Una de las dificultades que muchas personas encuentran al tener dislexia, es la dificultad, a la hora de leer, en cuanto a la decodificación de los signos escritos, lo cual afecta a la comprensión del significado de las oraciones y textos.

Esta fuente se ha creado teniendo esto en cuenta y es de descarga gratuita. A ver qué tal va!

Se puede descargar en: https://www.dyslexiefont.com/en/typeface/

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Bajando el volumen… (Técnica rápida de recuperación del control)

Como padres, todos sabemos que hay cosas que debemos evitar: dar mal ejemplo, decir palabrotas, gritar… Pero saberlo y decirlo, es mucho más fácil que llevarlo a la práctica.

A menudo me dicen los padres que lo difícil es el mantenerse, el seguir aguantando la calma y la paciencia cuando ya has repetido lo mismo 20 veces. Y sí, es cierto, el mantener la actitud adecuada requiere esfuerzo y práctica.

Seguramente hayáis oído muchas veces eso de «cuenta hasta…» antes de actuar. Esto se debe a un intento de recuperar la razón, evitar que la emoción, en estos casos la frustración, la ira, etc., sigan tomando control y nos hagan reaccionar de un modo que, a largo plazo, no hace más que provocar miedo y rechazo, pero que no ayuda ni a nosotros ni, sobre todo, a nuestros niños.

Sabemos además que el tono es muy importante en cómo hablamos a los niños, y que de nuestro ejemplo aprenden más que de nuestras palabras, por lo que debemos esforzarnos en trabajar esta parte delante de ellos.

Entonces, ¿Cómo podemos hacer que la parte emocional de nuestro cerebro deje de tomar control y la parte racional se imponga? Vamos a probar un truquito sencillo que con la práctica se vuelve más fácil de aplicar.

Pongámonos en situación: Estamos a punto de perder el control, nuestra paciencia se está acabando y el grito está a punto de salir:

1º: Debemos sentir nuestro cuerpo. Conectar. Esto quiere decir que sintamos nuestros pies en el suelo, nuestra espalda y trasero en la silla… que nos afiancemos en ello sintiendo nuestro cuerpo conscientemente en el entorno.

2º: Busca la parte tensa de tu cuerpo: a la vez que la tensión emocional incrementa, también lo hacen ciertos puntos de nuestro cuerpo. No es lo mismo para cada persona, pero siempre me sorprende lo fácil y rápido que le resulta a la gente encontrar ese punto: puños cerrados, cuello o espalda tensa, mandíbula apretada…. 

3º: A la vez que recuperas un buen ritmo respiratorio, que seguramente se había empezado a acelerar, suelta la parte tensa, deja que se relaje ese punto con un par de respiraciones.

Y ya está. Nuestro cerebro racional vuelve a ser capaz de actuar sin la parte emocional anulándolo.

Una vez hayáis seguido estos pasos, encontraréis que os resulta más fácil volver a tomar control de la situación, responder de un modo más adecuado. Y sólo os ha llevado unos segundos, que con práctica, se hacen incluso más rápidos.

A practicar mucho, y no olvidéis que esta técnica os puede ayudar en cualquier situación de conflicto. Ánimo!

«Un hombre en calma es como un árbol que da sombra. Las personas que necesitan refugio se acercan a él.» Toba Beta

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Conducta y TDAH. Estrategias prácticas, paso a paso.

Antes de comenzar con las estrategias, os invito a leer, si no lo habéis hecho ya, el anterior blog sobre TDAH: Conducta y TDAH. Acercándonos a entender el comportamiento de los niños con trastorno por déficit de atención, el cual se basaba en entender lo que observamos en la conducta desde otra perspectiva, cambiando así nuestra actitud y con ello nuestro modo de actuar. Y recordar que, aunque con ciertas particularidades del cerebro del niño con TDAH, estas estrategias se adaptan a la mayoría de los niños.

Nuestro PRIMER PASO pues, será el partir desde esta actitud más empática, positiva y de apoyo, y para ello debemos estar preparados, ser capaces de dejar de lado por un rato, o simplemente deshacernos (algo de lo que hablaremos más adelante, técnicas que os pueden ayudar a ello), de esos sentimientos de frustración y enfado, y de todo aquello que vaya a interferir en ayudar al niño o niña a mejorar sus estrategias.

Porque de eso se trata, de enseñar mejores estrategias, herramientas que le puedan ayudar a enfrentarse a situaciones similares de un modo más positivo para todos.

Entonces viene el SEGUNDO PASO: sacarle de la situación. Por supuesto, nada de Time Outs, Rincón de Pensar, ni nada por el estilo. De ese modo lo único que hacemos es atentar contra la auto-estima del niño haciéndole sentir mal, quitárnoslo de en medio, y tenerle «pensando» en ¿cuándo puedo volver?, ¿cuánto va a durar?, quiero volver a jugar, soy malo otra vez… ningún pensamiento positivo ni que le ayude a progresar, a realizar aprendizajes productivos. No, el sacarle de la situación se trata de dar un espacio seguro y acompañado, donde se trate de buscar alternativas y de obtener aprendizaje. Por lo tanto, salimos de la situación, pero de un modo que no represente un enfado, un castigo, por lo que nuestro papel vuelve a ser fundamental: mantenemos una buena actitud y calma.

El TERCER PASO se centra en la conversación. Pedimos que el niño o niña nos cuente qué ha pasado desde el principio. Para ello deberemos ayudar con preguntas abiertas ya que tienden a quedarse en lo último, la parte que ha hecho que todo se convirtiese en un problema: si ha pegado, el que haya pegado, si ha quitado el juguete, el que lo haya quitado… Pero debemos indagar en lo que ha pasado durante el proceso que ha llevado a esa conducta. Y sí, es necesario que expliquemos que la conducta no ha estado bien, pero mucho cuidado con el tono en que lo decimos, ya que no queremos que el niño se sienta mal y su cerebro se centre tanto en esa emoción que bloquee todo lo que se le diga a continuación. Debemos conectar emocionalmente, hacerle ver que aceptamos lo que ha estado sintiendo, aunque nos cueste entenderlo, debemos aceptar que así es como él lo siente. En el caso de los niños con TDAH, y debido a como suelen procesar la información, es importante que hagamos que repitan lo que les hemos dicho. Un sí al ¿me has entendido?, no sirve de nada, porque seguramente ni nos han escuchado. Repetimos tantas veces como haga falta para facilitar la comprensión.

Una vez hemos desenmarañado lo que ha llevado a esa conducta final, buscamos el plan. Este sería nuestro CUARTO PASO, buscar una alternativa para la próxima vez que se vuelva a ver en una situación similar. Aquí todo vale: desde una frase que decirle a la otra persona para parar la situación, una negociación, búsqueda de un adulto que reconozca la situación y que de una palabra clave para facilitar el control emocional, técnicas de respiración, uso de materiales que ayuden a calmar las emociones surgentes… Habrá que adaptarse a cada situación, pero siempre buscando que sean estrategias fáciles de aplicar (especialmente al principio), y que se puedan generalizar a otras situaciones.

Pero no, aquí no se acaba la cosa. Ahora hay que ir al QUINTO PASO: practicar la estrategia. Esta parte es fundamental. Al niño le cuesta al principio, pero a los adultos nos cuesta mucho más. Por ello es importante que estemos bien predispuestos a ello. Debemos practicar lo discutido, utilizando un escenario muy similar al ocurrido, donde el niño es él mismo y nosotros la persona o personas con las que ha habido el conflicto. Un rol play que además incluya algo de diversión, pero sin olvidar el objetivo principal: practicar la respuesta adecuada ante la situación. Y si se debe practicar más de una vez, ¡pues a por ello! Además, esta práctica, será lo que nos ayude a ver si la estrategia elegida es adecuada para el niño, si puede llevarla realmente a cabo o no, y si no es así, poder ajustar.

El que nos lo pasemos bien durante el rol play, ayuda con el SEXTO PASO: reestablecer la relación y restituir el daño. Cuanto mejor se sienta el niño, más fácil será el que pueda acercarse a la otra persona y ayudarle a reparar lo que se ha estropeado. Una caricia, ayudar a reconstruir la construcción que ha empujado, un papel nuevo para el dibujo que ha estropeado… esos son modos de volver a establecer la relación. Por supuesto, la otra persona está en su derecho de rechazar esta ayuda y este acercamiento, y debemos preparar al niño para ello, pero de nuevo elogiando el esfuerzo hecho en este proceso de aprendizaje, de modo que el niño se sienta bien consigo mismo y todo esto tenga un impacto de verdad y positivo. Una nota respecto al «perdón»: no suele tener ningún significado para el niño. Se convierte en una palabra repetida sin contenido que nos saca de situaciones sin aprender estrategias mas adecuadas. No digo que no se deba usar, ojo, que hay que aprender a pedir perdón y decir «lo siento», pero con sentido y sin dejar de lado otras estrategias.

Y ya sólo nos queda el SÉPTIMO PASO, el retorno a la rutina. Facilitaremos que el niño se vuelva a incluir en las actividades que toquen, sintiéndose seguro, porque con todo esto, está siendo escuchado, está aprendiendo, no está rumiando en un rincón él solo lo «malo» que es, cuando ciertamente no lo es. Debemos hacerle entender que todos cometemos errores, que todos tenemos algo que nos resulta más difícil de hacer, pero que todos podemos aprender a hacer las cosas mejor. Y ese episodio ya ha terminado, ha sido trabajado y resuelto, y no debe ser una carga, algo que se le recuerde desde una perspectiva negativa (acuérdate de lo que has hecho), sino que, si se menciona, debe hacerse desde el trabajo y esfuerzo realizado para aprender un modo mejor de relacionarse.

Con mucho cariño y con mucha constancia. Porque este es un camino largo, pero con resultados a largo plazo y mucho más positivos.

«…I am not afraid of storms, for I am learning how to sail my ship.» Louisa May Alcott

 

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Conductas que nos suponen un reto

Entre las áreas que suelo trabajar, una de las principales preocupaciones que suelen llegarme son los llamados problemas de conducta. Como podéis ver arriba, y tal y como ya sabéis los que me conocéis bien, mi modo de ver dichos problemas es algo más amplio: acciones que otros, generalmente los niños, realizan y que a nosotros nos suponen un reto, nos resultan difíciles de afrontar.

Estas conductas por supuesto, siempre tienen una base, una más grande y más importante que aquello de «me quiere fastidiar». Entre las muchas razones que podemos encontrar están la dificultad de comunicar adecuadamente lo que la persona está viviendo, sintiendo, percibiendo,… También podemos encontrar aprendizajes afianzados en base a experiencias, observaciones de otros… Dificultades de procesamiento de la información recibida, de relación con otros, de expresión de emociones…. Todas ellas son posibilidades de razones ocultas bajo la conducta.

Decidir qué conductas son realmente un problema, cuáles hay que redirigir, trabajar, ayudar a que expresen de un modo más adecuado… suele ser más difícil de lo que parece a simple vista.

Por lo tanto tenemos que:

  • la conducta no es lo que principalmente debemos trabajar, sino lo que provoca esta conducta, dando estrategias proporcionales a la dificultad. De este modo trabajamos de modo PROACTIVO en lugar de REACTIVO.
  • debemos tener un plan para intervenir cuando, aún trabajando la base, la conducta se sigue produciendo, pero teniendo en cuenta qué conductas son realmente un problema (seamos objetivos y echemos un poquito de sentido común), y qué conductas pueden no parecer problemáticas ahora o en este momento pero, en otros contextos o más adelante sí pueden resultar un problema.

Este será nuestro punto de partida para trabajar aquellas conductas que nos resulten retadoras, ayudando a que nuestros hijos desarrollen estrategias adecuadas y útiles.

“Act the way you’d like to be and soon you’ll be the way you act.” George Crane

 

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Y esto de la empatía, ¿de qué va? Actividades para su fomento.

Tendemos a hablar de empatía como algo fijo, una característica de personalidad que además solemos poner en una graduación, o incluso en un todo o nada: “Tiene mucha empatía”, “Es muy empática”, “No es nada empático” …

Y sin embargo, la empatía de la que solemos hablar mezcla tres procesos diferentes (Decety & Cowell, 2014):

  • Emoción compartida: cuando somos capaces de sentir emociones al ver a otra persona sintiendo esas emociones.
  • Preocupación empática: la motivación que podemos sentir de cuidar o apoyar a otros más vulnerables.
  • Toma de perspectiva: la habilidad consciente de situarse en los zapatos del otro e imaginar lo que esa persona puede estar sintiendo o pensando.

Además de incluir estos tres procesos, la empatía no es algo fijo y estable, sino que respondemos empáticamente de modo diferente en distintas situaciones y momentos de nuestra vida. Y aunque hay personas que tienen mucha facilidad para responder en todas estas áreas, solemos ver como a los niños les resulta más fácil compartir emociones mientras que tienen más dificultades para la preocupación emocional y sobre todo para la toma de perspectiva. Y son procesos que podemos fomentar y trabajar con nuestros niños.

Aunque a lo largo de su vida van a ir realizando aprendizajes que ayudarán en el desarrollo de todas las áreas, estos aprendizajes se basarán especialmente en las experiencias que tengan y a las que sean expuestos.

Algunas actividades y pautas que podemos utilizar y que ayudarán al desarrollo de los tres procesos, y con ello a desarrollar una actitud general más empática, pueden ser:

  1. Brindar oportunidades para hablar de los sentimientos de los demás: un niño llorando en el parque, una niña riéndose con su madre en la cola del autobús, una escena en la televisión… todas son oportunidades para hablar con los niños de cómo parece sentirse otra persona. Cuanta más perspectiva demos, mayor la amplitud del aprendizaje. Modelando con nuestro propio discurso y comportamiento, estaremos contribuyendo a esta amplitud.
  2. Auto-regulación: no me canso de repetir lo importante que es trabajar con los niños sus propias emociones, especialmente aquellas que provocan mayor dificultad de entender, de salir de ellas. Aceptar que ese llanto incontrolable es algo natural y ayudar a que el niño aprenda a volver a la calma, de un modo respetuoso, con paciencia y tiempo, es una herramienta que no solo ayudará al propio niño en su desarrollo, sino también en su habilidad de preocuparse empáticamente por otros. Si el niño no posee herramientas para su propia auto-regulación, no podemos esperar que se intente poner en una situación donde otro esté sufriendo o pasándolo mal.
  3. La empatía no se trata sólo de reconocer y sentir las emociones de otros. Si nos quedamos en este punto, nos bloqueamos también, no somos capaces de llegar al siguiente punto donde podemos ayudar, con una visión más objetiva ya que la emoción no eclipsará a la cognición, y menos si hemos trabajado esta habilidad, si hemos adecuado a la persona de estrategias apropiadas. Debemos trabajar también las alternativas, el qué puede hacerse para salir de ciertos estados que pueden resultar difíciles de afrontar. Actividades donde se hable, tanto en pequeño como más grandes grupos sobre el contenido emocional de historias que leemos, vemos en películas, situaciones vivenciadas, y donde además se busquen alternativas y soluciones más apropiadas, permite un mayor desarrollo en comprensión emocional, teoría de la mente y empatía. Esto se confirmó en un estudio donde, además, se pudo establecer que los resultados se mantenían incluso durante los siguientes 6 meses de trabajar de este modo con niños, en este caso de unos 7 años (Ornaghi et al, 2014). Otros estudios similares resaltaban el uso del role-playing con resultados también muy positivos, en este caso de niños que se ponían en el lugar de personas ancianas con distintas dolencias (Varkey et al, 2006). Todas ellas, actividades muy simples que podemos realizar con nuestros pequeños.
  4. Multiculturalidad y diversidad: qué mejor modo para entender que todo el mundo es diferente, que no todo el mundo piensa, actúa, se relaciona igual, que el tener experiencias reales con gente diferente a nosotros. Muchas personas me comentan lo “difícil que es en ciertos círculos encontrar a personas diferentes”, pero no es que tengamos que forzar relaciones para tener gente diversa en nuestras vidas y las de nuestros hijos, si nos fijamos bien, seguro que ya hay gente con diversidad cultural o funcional, cerca de nosotros o podamos ver a alguien ya sea en la televisión, por la calle, etc. Ahora, la parte que más ayuda a despertar la empatía no es centrarnos en las diferencias con los demás, sino precisamente en las semejanzas que tenemos con ellos, además de las costumbres diferentes, y no sólo de palabra, sino también teniendo experiencias, como celebrando fiestas de otras culturas, practicando actividades nuevas, etc. Por lo tanto, buscar lo que tenemos en común, hablarlo y compartirlo, será un elemento importantísimo que debemos incluir con este tipo de actividades.
  5. Jugar con expresiones faciales: tanto a reconocer como a expresar emociones, es un ejercicio que puede ayudar mucho a los niños en la comprensión de diferentes estados emocionales. Si a eso añadimos el cambio de un estado a otro, la discusión sobre cómo o qué ha podido generar el que se sientan así, tenemos una actividad muy completa que fomentará el desarrollo de la empatía de un modo divertido y ameno.
  6. Consecuencias: hablar con los niños y crear un diálogo en base a como sus acciones afectan a los demás y a sí mismo, en como las emociones de otros pueden ser una consecuencia de nuestras acciones, y discutir además el cómo se puede hacer sentir a otra persona bien, mal, feliz, enfadado, triste, ilusionado… desarrolla una mejor actitud empática desde esa emoción compartida y toma de perspectiva de la que hablábamos al principio.

“No sabía bien qué decir. Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, donde encontrarlo… ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas…!”  Antoine de Saint-Exupéry, El Principito

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