Tendemos a hablar de empatía como algo fijo, una característica de personalidad que además solemos poner en una graduación, o incluso en un todo o nada: “Tiene mucha empatía”, “Es muy empática”, “No es nada empático” …

Y sin embargo, la empatía de la que solemos hablar mezcla tres procesos diferentes (Decety & Cowell, 2014):

  • Emoción compartida: cuando somos capaces de sentir emociones al ver a otra persona sintiendo esas emociones.
  • Preocupación empática: la motivación que podemos sentir de cuidar o apoyar a otros más vulnerables.
  • Toma de perspectiva: la habilidad consciente de situarse en los zapatos del otro e imaginar lo que esa persona puede estar sintiendo o pensando.

Además de incluir estos tres procesos, la empatía no es algo fijo y estable, sino que respondemos empáticamente de modo diferente en distintas situaciones y momentos de nuestra vida. Y aunque hay personas que tienen mucha facilidad para responder en todas estas áreas, solemos ver como a los niños les resulta más fácil compartir emociones mientras que tienen más dificultades para la preocupación emocional y sobre todo para la toma de perspectiva. Y son procesos que podemos fomentar y trabajar con nuestros niños.

Aunque a lo largo de su vida van a ir realizando aprendizajes que ayudarán en el desarrollo de todas las áreas, estos aprendizajes se basarán especialmente en las experiencias que tengan y a las que sean expuestos.

Algunas actividades y pautas que podemos utilizar y que ayudarán al desarrollo de los tres procesos, y con ello a desarrollar una actitud general más empática, pueden ser:

  1. Brindar oportunidades para hablar de los sentimientos de los demás: un niño llorando en el parque, una niña riéndose con su madre en la cola del autobús, una escena en la televisión… todas son oportunidades para hablar con los niños de cómo parece sentirse otra persona. Cuanta más perspectiva demos, mayor la amplitud del aprendizaje. Modelando con nuestro propio discurso y comportamiento, estaremos contribuyendo a esta amplitud.
  2. Auto-regulación: no me canso de repetir lo importante que es trabajar con los niños sus propias emociones, especialmente aquellas que provocan mayor dificultad de entender, de salir de ellas. Aceptar que ese llanto incontrolable es algo natural y ayudar a que el niño aprenda a volver a la calma, de un modo respetuoso, con paciencia y tiempo, es una herramienta que no solo ayudará al propio niño en su desarrollo, sino también en su habilidad de preocuparse empáticamente por otros. Si el niño no posee herramientas para su propia auto-regulación, no podemos esperar que se intente poner en una situación donde otro esté sufriendo o pasándolo mal.
  3. La empatía no se trata sólo de reconocer y sentir las emociones de otros. Si nos quedamos en este punto, nos bloqueamos también, no somos capaces de llegar al siguiente punto donde podemos ayudar, con una visión más objetiva ya que la emoción no eclipsará a la cognición, y menos si hemos trabajado esta habilidad, si hemos adecuado a la persona de estrategias apropiadas. Debemos trabajar también las alternativas, el qué puede hacerse para salir de ciertos estados que pueden resultar difíciles de afrontar. Actividades donde se hable, tanto en pequeño como más grandes grupos sobre el contenido emocional de historias que leemos, vemos en películas, situaciones vivenciadas, y donde además se busquen alternativas y soluciones más apropiadas, permite un mayor desarrollo en comprensión emocional, teoría de la mente y empatía. Esto se confirmó en un estudio donde, además, se pudo establecer que los resultados se mantenían incluso durante los siguientes 6 meses de trabajar de este modo con niños, en este caso de unos 7 años (Ornaghi et al, 2014). Otros estudios similares resaltaban el uso del role-playing con resultados también muy positivos, en este caso de niños que se ponían en el lugar de personas ancianas con distintas dolencias (Varkey et al, 2006). Todas ellas, actividades muy simples que podemos realizar con nuestros pequeños.
  4. Multiculturalidad y diversidad: qué mejor modo para entender que todo el mundo es diferente, que no todo el mundo piensa, actúa, se relaciona igual, que el tener experiencias reales con gente diferente a nosotros. Muchas personas me comentan lo “difícil que es en ciertos círculos encontrar a personas diferentes”, pero no es que tengamos que forzar relaciones para tener gente diversa en nuestras vidas y las de nuestros hijos, si nos fijamos bien, seguro que ya hay gente con diversidad cultural o funcional, cerca de nosotros o podamos ver a alguien ya sea en la televisión, por la calle, etc. Ahora, la parte que más ayuda a despertar la empatía no es centrarnos en las diferencias con los demás, sino precisamente en las semejanzas que tenemos con ellos, además de las costumbres diferentes, y no sólo de palabra, sino también teniendo experiencias, como celebrando fiestas de otras culturas, practicando actividades nuevas, etc. Por lo tanto, buscar lo que tenemos en común, hablarlo y compartirlo, será un elemento importantísimo que debemos incluir con este tipo de actividades.
  5. Jugar con expresiones faciales: tanto a reconocer como a expresar emociones, es un ejercicio que puede ayudar mucho a los niños en la comprensión de diferentes estados emocionales. Si a eso añadimos el cambio de un estado a otro, la discusión sobre cómo o qué ha podido generar el que se sientan así, tenemos una actividad muy completa que fomentará el desarrollo de la empatía de un modo divertido y ameno.
  6. Consecuencias: hablar con los niños y crear un diálogo en base a como sus acciones afectan a los demás y a sí mismo, en como las emociones de otros pueden ser una consecuencia de nuestras acciones, y discutir además el cómo se puede hacer sentir a otra persona bien, mal, feliz, enfadado, triste, ilusionado… desarrolla una mejor actitud empática desde esa emoción compartida y toma de perspectiva de la que hablábamos al principio.

“No sabía bien qué decir. Me sentía muy torpe. No sabía cómo llegar a él, donde encontrarlo… ¡Es tan misterioso el país de las lágrimas…!”  Antoine de Saint-Exupéry, El Principito