La resilencia es la capacidad que tenemos para afrontar las adversidades o situaciones difíciles. Y la vida está llena de ellas: cambios familiares, diferencias con amigos, enfermedades, consecuencias de una pérdida (trabajo, familia, amistad…).
Nos cuesta entender la necesidad de desarrollar la resilencia en niños teniendo en cuenta que hoy en día la perspectiva que tenemos tiende más hacia el hacerles la vida bonita, que no tengan que pasar por lo que yo pasé, que no sufran ni conozcan el sufrimiento, que ya les llegará… Y tantas otras bienintencionadas razones para hacer que los niños no se tengan que enfrentar a situaciones difíciles, pero, ¿Qué pasará mañana, cuando se hagan mayores y no sepan enfrentarse a esas situaciones?
La resilencia no se trata de “ser fuerte”, no mostrar emociones o que las emociones no nos afecten.
La resilencia se basa en ser capaces de enfrentarnos a esas situaciones difíciles utilizando estrategias, de tener capacidad resolutiva ante los problemas. Y salir fortalecidos de esa experiencia.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros hijos a fomentar la resilencia?
1. Pedir ayuda. El ser capaces de enfrentarnos a los problemas no quiere decir que lo tengamos que hacer solos. Algo que nos cuesta mucho hacer es precisamente pedir ayuda, y es muy importante que lo hagamos y enseñemos a los niños a hacerlo. Pero eso no quiere decir que nos vayan a resolver el problema, sino que vamos a contar con apoyos a la hora de resolverlo. Si cuando los niños nos piden ayuda les damos la solución, no aprenderán tanto como si les damos las herramientas para comenzar a solucionar el problema. Empezando por cosas tan simples como abrir un zumo. En lugar de abrírselo, les enseñamos por dónde hacerlo, y si se cae un poco, les enseñamos como limpiarlo. Y así, poco a poco…
2. Equivocarse, cometer errores, es una base indispensable para el aprendizaje. Siempre y cuando lo enfoquemos a la resolución de los mismo, a encontrar modos y maneras de solucionarlos.
3. Educación emocional. Que la frustración nos lleve a la resolución, a la búsqueda de alternativas, y no que bloquee, impidiendo el crecimiento personal. Es clave que permitamos que los niños se frustren, y que les ayudemos a descubrir herramientas que les permitan superar dicha frustración. Si como padres cubrimos cada necesidad, solucionamos cada problema, ¿qué están aprendiendo nuestros hijos? La educación emocional es fundamental, y está muy ligada al desarrollo de la resilencia. Educación emocional. 5 pautas clave a seguir con nuestros hijos. Pero ojo, no nos quedemos en lo emocional, debemos ser capaces de volver al problema inicial y ayudar a su resolución.
4. Predica con el ejemplo. Los que me conocéis ya sabéis que considero el ejemplo que damos a nuestros hijos clave en su aprendizaje. El viejo dicho de “haz lo que yo te diga no lo que yo haga” no tiene cabida alguna. El cómo afrontamos y resolvamos los problemas delante de nuestros hijos, va a ser una fuente de aprendizaje muy importante para ellos.
5. No evitemos los riesgos, las situaciones difíciles, el que hagan algo mal. Deja que se arriesguen, y ayúdales a resolver los problemas paso a paso, desde la regulación emocional (venga del miedo, la frustración, el enfado…) hasta la opción escogida para resolver el problema, pasando por aquellas preguntas que nos acerquen a dicha opción o solución.
6. Enséñales que no tenemos todas las respuestas. No tenemos por qué responder a todo lo que quieren saber. Enseñarles a buscar sus propias respuestas, a crear más preguntas partiendo de la suya, les ayudará a pensar, a investigar, a no esperar inmediatez de resolución ante los problemas.
7. Hacerles competentes, pero además que se sientan competentes, es imprescindible para un desarrollo adecuado de su autoconcepto. Autoestima y Autoconcepto. Pautas para su fomento Cada aportación que hagamos en esta dirección, será fundamental en el desarrollo psicológico saludable de nuestros hijos.
“Las dificultades preparan a personas comunes para destinos extraordinarios” C.S. Lewis