El mayor conocimiento e interés en el desarrollo de nuestros hijos, nos ha llevado a un cambio en la visión de cómo criamos a nuestros hijos. Qué oportunidades les ofrecemos, como apoyamos sus potencialidades, cómo respetamos sus características individuales. Entendemos que debemos apoyar su curiosidad, su necesidad de explorar el mundo, de jugar y aprender mediante el juego.

Una visión muy positiva, totalmente centrada en el niño… siempre y cuando entendamos los diferentes momentos de desarrollo del niño y cómo apoyar cada uno de ellos, en su justa medida en cada momento.

El desarrollo del niño tiene muchas dimensiones interrelacionadas entre sí, y no podemos olvidarnos de ninguna, entendiendo además que no todas se desarrollan al mismo ritmo, y no del mismo modo en cada niño.

des global niño

Entender y ser capaces de darnos cuenta de que todas estas áreas se están desarrollando de un modo adecuado no es fácil. Y cuando intentamos además guiarnos por un modelo de crianza determinado, el tema se complica aún más, ya que podemos no estar dando la suficiente importancia al conjunto de áreas si sólo nos centramos en una determinada. Es más, debemos tener mucho cuidado, cuando escuchamos a diferentes corrientes, que no estemos escogiendo lo que más nos gusta de cada una en base a nuestros gustos y creencias, pero sin evaluar su impacto global en la crianza de nuestros niños. Encontrar un equilibrio coherente y consistente es fundamental para ofrecer a nuestros hijos seguridad y un entorno adecuado en el que poder desarrollarse.

Cuando hablamos de respetar al niño, lo equiparamos a darles libertad, con lo que, hablar de límites cuando hablamos de respeto suena contradictorio, pero ¿lo es?

Debemos plantearnos, si les estamos dando demasiada libertad, cuando aún no están preparados para ella.

Pongamos un ejemplo. Cuando el niño pequeño comienza a andar, no le soltamos de la mano directamente. Entendemos que necesita práctica, asentar ciertas destrezas psicomotrices, un tono muscular adecuado, e incluso ayudas y apoyos. Sin embargo, cuando empezamos a tratar de razonar con el niño pequeño, en ocasiones se nos olvida que este razonamiento no puede ser equiparado al de un adulto, sino que se trata de un “entrenamiento”, una práctica, que hará que a la larga el niño tenga mejores estrategias a la hora de razonar.

Lo mismo con la libertad que le ofrecemos: ¿está el niño preparado cognitivamente para realizar elecciones importantes? ¿O le estamos abrumando con demasiadas decisiones o número de elecciones a procesar? ¿Qué hacemos cuando la decisión que toman no es la que consideramos adecuada? ¿Cómo decidimos en qué decisiones intervenir y en cuáles no? ¿o cómo respondemos como adultos a una “mala” decisión? Es un proceso lento, y debemos centrarnos en la capacidad y desarrollo de cada niño para ir decidiendo cuando está preparado para más, por sí mismo, sin comparaciones con otros niños, guías basadas en la edad o similares. Y sin perder nuestro rol de adultos.

Si nos negamos a marcar ningún tipo de límites llega un momento cuando nos encontramos con que no estamos ayudando a que los niños desarrollen ningún tipo de regulación emocional, con lo que llegan a desarrollar conductas que afectan a sus relaciones sociales, a la percepción de sí mismos, y en general, a cómo se desenvuelven en el mundo.

El respeto por su propio cuerpo va a desarrollarse en gran medida por el respeto que le demos al nuestro con respecto a ellos. Por supuesto, todo de forma progresiva, pero con un objetivo claro: estamos ayudando a que nuestros niños desarrollen un concepto claro de los límites de espacio corporal con el resto de las personas y consigo mismos, de modo que estén seguros el día de mañana. Si dejamos que un niño se nos tire encima de golpe cuando es pequeño sin regular esa aproximación, cuando sea mayor, le estaremos frenando de golpe porque nos hará daño, e intentaremos explicarle en el parque que no puede tirarse encima de los otros niños con un montón de palabras y explicaciones que estarán mezclándose en su cabecita con sus experiencias previas y lo divertido que siempre ha sido tirarme encima de papá o mamá. Sin embargo, si dejamos claro desde un principio, con cariño, cuáles son los límites de nuestro cuerpo y cómo hacerlos respetar asertivamente, les estaremos enseñando cómo hacerse respetar a ellos mismos y su propio cuerpo.

Vamos viendo así, como estas áreas se relacionan entre sí.

Los límites ayudan a los niños a sentirse seguros, a crear una buena imagen de sus personas de referencia y con ello, a poder desarrollar una buena imagen de sí mismo.

Leer más en Autoestima y Autoconcepto. Pautas para su fomento

El problema es cuando, aferrándose a esta idea de respeto mal entendido, se desarrollan programas y directrices que, llevadas a la práctica por bienintencionados padres, pero sin tener ese conocimiento extra del desarrollo del niño y, más importante, de los distintos momentos en los que se encuentra ese niño en particular, no sólo no ayudan a un desarrollo sano, sino que puede incluso perjudicarle en su desarrollo social, cognitivo y, especialmente, emocional, ya que en ocasiones creamos una brecha demasiado grande entre las áreas de desarrollo, sin ser conscientes de lo que estamos haciendo. Porque todo está enlazado y, cuando “respetamos” que el niño decida por sí mismo cuando dormir, por poner un ejemplo, y no ayudamos a crear hábitos saludables de sueño, podemos estar creando un problema importante, teniendo en cuenta la importancia del descanso y el sueño en la salud del niño.

Y ojo con poner límites sólo a cosas concretas, recordar: coherencia y consistencia.

Un añadido a esto, y que ya mencioné en parte en Individualismo y educación., es el respeto por los diferentes ritmos de aprendizaje. Un concepto totalmente loable, pero ¿cómo determinamos lo que no es más que un ritmo diferente y lo que son dificultades reales? Hay muchas dificultades que, trabajadas a tiempo, dando los apoyos necesarios al niño en el momento clave, van a suponer una diferencia fundamental en su desarrollo. Pero si lo dejamos pasar, si nos dejamos llevar por el “ya llegará, ya lo hará” y los consejos de otros padres (que no profesionales), podemos estar mermando el desarrollo de los niños. ¿Dónde está el respeto al niño entonces?

Con todo esto podemos, y debemos, plantearnos qué estamos haciendo con nuestros hijos y, sobre todo, cómo. Y mantener una mente abierta a la crítica constructiva, y al cambio. Ser flexibles en nuestras perspectivas, seguir aprendiendo con ellos, a su ritmo. Con un respeto real por su desarrollo. Y con mucho sentido común.

 

“To let the child do as he likes when he has not yet developed any power of control is to betray the idea of freedom.” Montessori, The Absorbent Mind