La llegada de un nuevo miembro de la familia suele ser un momento muy esperado, emotivo y bonito. Sin embargo, para aquellas familias en los que el bebé que llega no es el primero, también suele vivirse con cierta preocupación: ¿cómo se adaptará a los cambios?, ¿tendrá celos?, ¿cómo podemos ayudar a que se lleven bien?

Solemos explicar qué está pasando, pero a veces olvidamos que, para los niños, algunas de las cosas de las que hablamos son demasiado abstractas, demasiado difíciles de comprender, o muy lejanas en el tiempo, con lo que pierden pronto su sentido.

¿Por dónde empezamos entonces? Vamos a ver algunas pautas que pueden ayudar con el proceso:

–          Durante el embarazo, es importante que les hablemos de lo que está pasando, que les mantengamos al día con los cambios. Aquellos que se ven, como la tripa de mamá haciéndose más grande, son los que más sentido tendrán para ellos. Si lo reforzamos con explicaciones acordes a su edad, e incluso fotos y vídeos de cuando ellos mismos estaban en esa tripa, mejor todavía. Pero también hay que involucrarles en los cambios en la casa como la redistribución de habitaciones, muebles, etc. especialmente cuando algunos muebles pueden cambiar de función o se tengan que empezar a compartir.

–          Tener un nuevo bebé en casa es muy bonito… Y también agotador, porque requiere mucha atención y no deja dormir del tirón. Y también aburrido, porque apenas hacen nada más que dormir y comer, y encima tenemos que estar en silencio en algunos momentos durante el día, lo cual no ocurría antes… Y todo esto debe explicarse bien a los niños. Si sólo les contamos la parte más bonita, ¡menuda decepción se van a llevar con la realidad! Además, no van a jugar con ellos, al menos no al principio. Así que cuidado con lo que les contamos, no creemos expectativas que luego no van a ser ciertas. La verdad, pero sin asustar.

–          Sin embargo, hay momentos bonitos en lo que sí puede ayudar: el baño, cantar canciones de cuna… y podemos hacer al niño partícipe de ellos, siempre que quiera, eso sí.

–          Cuando llega el bebé, intentemos que las rutinas no cambien para los mayores, dentro de lo que se pueda. Que no tenga que irse de casa, que le lleve al colegio la misma persona… Y al visitar a mamá en el hospital, mejor si el bebé está en la cuna y primero centramos la atención en ellos, antes de presentarles al bebé.

–          Igual que hemos hecho en la preparación a la llegada del nuevo bebé, seguimos hablado de cuando los mayores eran bebés, lo que hacían, cómo, anécdotas… Y les damos la oportunidad de volver a ese tema dejando a su alcance álbumes de fotos por ejemplo. Y siempre sin comparar. Cada uno es único a su modo.

–          Hay que crear oportunidades para hacer cosas juntos, tanto con el nuevo bebé como solos. Y eso va por ambos progenitores. Crear actividades que se puedan hacer solos, ir al parque, hacer un bizcocho, un juego de mesa… son momentos especiales que hacen que los niños se sientan incluidos en la familia, que no sientan que han perdido algo importante con la llegada del bebé.

–          Cuando realizamos actividades uno a uno y otro hermanito o hermanita se quiere unir al juego, debemos involucrar al primero en la decisión, y además, preguntarnos: ¿Puede realmente seguir el juego? Puede que sea demasiado pequeño para seguir las normas y haya que cambiar de juego. Entonces podemos terminar primero y luego involucrar a todos. O puede que no sepa jugar pero ya se le pueda ir enseñando, y quien mejor que el hermano mayor para ayudar a enseñarle. O puede que sea un juego que el mayor no quiere compartir o es especial para él o ella como juego que hace sólo con mamá o papá. Así que lo podemos guardar para seguir en otro momento. Hay cosas que los mayores podrán hacer que los peques aún no, y eso ha de ser reconocido por todos.

–          No hay por qué compartir. Algunos juguetes serán de cada uno mientras que otros serán conjuntos. Y mientras se le da mucho valor al que compartan, se debe aceptar cuando no quieren hacerlo. Aceptación plena, sin juicios.

–          A la que vayan creciendo, surgirán conflictos. Por muy difícil que nos resulte, debemos intentar mantenernos al margen, dejar que ellos mismos lo resuelvan. Y valorar el que lo hayan resuelto, sin juicios sobre las razones, la decisión o el qué había ocurrido antes. Damos valor al hecho de que lo han sabido resolver entre ellos. Poco a poco iremos fomentando el sentido de lo que es justo si no lo están teniendo en cuenta, pero siempre valorando que sean ellos mismos, que nosotros, como padres, no tomamos partido.

–          A la hora de realizar tareas en la casa, todos pueden ayudar, en distintos modos y con responsabilidades diferentes, pero con la participación de todos.

–          Los sentimientos no se fuerzan. No podemos forzar a los niños a quererse. A veces ponemos demasiada presión en ellos para querer al hermanito o hermanita que acaba de llegar pero, si ni siquiera le conoce! Tiempo al tiempo.

 

Por supuesto, las edades de los niños van a determinar mucho algunas de estas pautas, pero ajustándonos un poquito y viéndolo desde su punto de vista (a pesar del cansancio, las hormonas, el estrés…, que es la parte difícil que nos toca afrontar como padres) podremos ayudar a que la relación entre hermanos sea más fácil y bonita.

“Aunque eres diferente a mí, hermano mío, lejos de dañarme, tu existencia enriquece la mía” Antoine de Saint-Exupery